28/7/17

Ojeras del desconcierto. Segunda instancia.

Hoy me desperté con la palabra desconcierto entre los ojos. Me miré al espejo despues de librarme de kilos de lagañas simbólicas de cada ojo. Y vi mis ojos, mis ojeras. Las vi ahí. Las ojeras del desconcierto. Dormí tan extraña como cada noche durante las últimas semanas. Me siento en una cuenta regresiva y me odio por tomarme el final de esta etapa con tanto desgaste, con tanta mezcla de intolerancia y miedo. No estoy por escupir un juguete nuevo. La vida necesita tiempo y vida para su cocción. Ya no tolero mi cuerpo, ni los sueños que abren puertas del pasado para preguntarme si lo elegido fue lo correcto. Cuando el sueño resta energía porque pone la pregunta allí donde nunca habrá respuesta, entonces la mañana es tortuosa y lagrimea. Mi hija se hizo pis encima, despues de un quejido salvaje por recibir la luz del dia. Me llama insistente desde cada rincón que ocupa. Yo pienso en tomarme vacaciones de mi vida para poder llorar durante tres horas seguidas sin que nadie me pregunte si estoy, si permanezco, si puedo, si quiero. Tengo un nudo en el pecho mientras agradezco con total profundidad que el dia brille como lo hace. Porque hoy yo no brillo. Hoy siento la humedad del galpón que es mi cuerpo, y me cuesta unir las manos para sentirme latir. Hoy son la ojeras del desconcierto, el desnivel frente al cual me veo parada sin poder avanzar, la duda recurrente frente a aquello que jamás podré contestar.

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