26/4/17

El horror reside, en parte, en el reconocimiento de la negación como carga de inevitable responsabilidad. Qué se es, o qué se está potenciado para ser es algo que el espejo no devuelve más que bajo la forma de difusos monstruos que escupen datos del pasado y hacen de la herencia un goteo de sangre que no va a coagular jamás. Entonces recuerdo la importancia del uso de las comas, de los punto y comas, del aire que no hay. Hoy desperté con un dolor entre los ojos. En mi vientre empujan las extremidades de un ser que tiene uñas, pelo, y carece de nombre. La estrella bajo la que ha de nacer ya se ha dibujado en el infinito cielo. La negociación con el horror es parte de la aceptación, tal vez genuflexa, de que no hay posibilidad de escapatoria. La liviandad es un concepto, al igual que la felicidad. La quita del rótulo, del nombre, del rostro que era máscara previo a la naturalización, nos devuelve a la forma primitiva de entidades autonomas y carentes de la pregunta que no se enuncia si no se hayan respuestas esquivas.

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