23/7/16

El don. Nota sábado siete y catorce.

Hoy alguien celebra su cumpleaños. Hoy alguien escribe su poema 13.000 y lo celebra. Hoy alguien besa por primera vez la boca que desea, y sonríe festejándose en silencio. Hoy no llueve. El sol será fuerte, dolerá su  dádiva, su ardor. Hoy el sol calentará como si la primavera se acercara, como si habitaramos un relato del Vino del Estío y nada estuviera por fuera de las fronteras del texto. Por fuera. Algo debe haber afuera. Hoy se celebrará un nacimiento con globos y flores arrancadas de su tallo, se regará la frente de un millón de niños, porque es sábado, y hay tiempo para hacerlo. Hoy se licuarán tantos billetes como pelos arrancará la cera caliente de centenares de centros de estética, porque es sábado, y hay tiempo. Hoy se beberá, aunque el hígado sangre, se soñará, porque hay quienes los sábados no tienen más tiempo que para el sueño. Hoy se volcará la voz sobre el ruego, porque alguien necesita ser oído. Habrá parlantes minúsculos hablándole al oído a miles de personas, cantándole despacio lo que está por venir. No habrá más zumbidos que otros sábados, porque los aleteos son cada vez menores. Las abejas están muriendo, eso significa que todos estaremos muriendo. La locura no se reproduce porque el miedo es más fuerte. La migraña durará un día más.  Mis ojos dejarán de verlo todo. Hoy alguien olvidará el sonido del agua cuando cae desde una pendiente en el arroyo de allá en lo alto porque el sonido del agua no es real. Nadie pudo tocarla. El aleteo de una mariposa puede oírse si hay algo que se ame lo suficiente como para abrir, sin dolor, el pecho de quién ama. Si se ama, es posible ver a dios en el espejo del agua.

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