3/5/16

Nominar

Dios posee un nombre que nadie conoce. La palabra que lo designa en la tierra es solo un modo de nombrar sus partes. Su nombre, el absoluto, escapa a nuestra capacidad de escucha. Asi sucede con cada uno de nosotros. Poseemos en el fondo un nombre que escapa al conocimiento, inclusive al propio. Sin embargo hay  un parentesis que puede abrirse. El amor puede acceder a la escucha. Porque en el amor, como pérdida, solo es posible darse en absoluto al abrirse el fondo y otorgar la sonoridad del nombre mas cierto a aquel a quien se ama. Dejar que el amado escuche el Nombre Propio, lo cuide, lo guarde. Abrirse al amor es darse absoluta verdad nominal. Ser receptor de esa verdad es parte de un binario del que no se puede escapar. Si se desea recibir, se debe acceder al templo propio de la escucha. Ser receptor del nombre es también brindar lugar de cuidado al mismo. Saber recibir es tan necesario como aceptar dar. Aunque también es posible negarse a la recepción, y entonces el binario devendrá en traición sintomática. De no haber escucha, no hay apertura que otorgue la verdad nominal, y el circulo de pérdidas y entregas se abre. Ya no habrá donde depositar el amor. Ya no habrá quién nombre.

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