1/4/15

El modo en que traducimos lo sentido, el modo en que lo colocamos verbalmente fuera -y dentro- de nosotros es inexacto. Nos aferramos a una idea de autenticidad, buscando forjar con ello una verdad que se extienda desde nuestros huesos hasta el ultimo limite de lo humanamente concebible. No es posible distinguir lo verdadero en la medida que conocemos su relatividad, su condicion de carente. Si ante la carencia nos exacerbamos nombrando al sentir, confiando en la palabra, completamos la falta con aquello que esencialmente le es necesario. Sin mas, nos brindamos el tapujo de la palabra que, sobre todo, es acción, y construimos temporalidad sobre la base de aquello en lo que elegimos confiar. Sin embargo, sabemos que la duda es inicial, que parte y agrieta, y en su apertura desnuda a dios, que no es mas que el artifice de lo que jamas podrá ser aprehendido. No hay autenticidad pura, como tampoco hay inautenticidad pura. En el complejo que nos conforma, lo autentico se carga de puridad en la medida que su concepción se extiende en el tiempo y perdura la fe. lapsus.

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