6/11/09

Suave, su muñeca palpa la hendidura
broto como erupción latente.
El olvido, mi coraza y la maldad, la excusa.
No hay locura tras el primero de los nombres
porque antes hubo el silencio,
pero antes:

afán por envejecer las manos y tocar con arrugas
la tersa piel del niño.
Una mujer, anhelo una mujer entre los dedos
y hundirme en la carne,
insomnio por el que mantengo al verbo

nunca esclavizar la carne
pero tan frágil es la dulzura de lo que ingresa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Duele tu texto (siempre me dio pudor reconocer la belleza en el dolor) tanto como el afán por la vida que insatisfecho tuerce hacia el lado contrario; libertad para la carne, envejecer nunca solos, ser verbo y recuerdo para otros.
Un abrazo,