Hay otra mitad en mí
que está muriendo gangrenada.
Una hermana me saluda
al caer la noche y volver
la mirada por las horas
y saber que yace unida a mí.
Es la mitad en que reflejan
las palabras que callaron.
De la palma mana vida
que se perdió en la cartuchera
de balas con las que hirió
al perro que la mordió antes de nacer.
Tenemos aún los dientes marcados
ella en el cuello,
yo en otra parte.
Su pútrido color
Impregnó de olores las sábanas.
Por las noches me lame / se lame
la herida del perro
para sanar la carne
que ya no sangra.
No tiene manos para tocar
la otra mitad de su cuerpo.
Mi hermana se está muriendo
gangrenada y violácea
sonríe cuando ve amanecer,
y sonríe cuando llueve de tarde
cuando recuerda que nació
del mismo huevo
en que su hermana murió
al parirse primera.
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