2/7/16

Sábado 18:52 - 1º reconstrucción

Quizá pensás que
no estuve ahí
cuando imaginé conocerlos
cuando escribí en un papel
sus nombres con la voz,
cuando sentí el latido
del sueño en mis tripas
y me corrí de lado
para estar sola con vos.

Quizá pensás que no
hay capacidad humana posible
de vivir así, habitar
el rincón del dolor
con esta calma de sed
con la intensión sosegada
con la permanencia en el despojo;

en algo necesito creer.

Prestarme en el arrojo hacia alguna fe posible,
intentando así justificar
lo que hay de vivo en mí.

Quizá insistas en por qué
seguirse vivos:
tenemos hijos, hermanos
alguien a quién amar

sobre todo alguien
real
por conectar,

cuya humanidad se ensalce en una mirada
como la tuya cuando vuelve a la infancia
y sonríe olvidando
que está todo lo demás.

¿Cuánto duele el dolor
si no es más que lo que suena?

Recuerdo fielmente a quienes amé con terror.
Recuerdo la subversión
el manchón en la almohada
el estómago rompiéndose por parir.
Recuerdo todo lo que porta un nombre
que abra a su ser
en sí.

¿Cuánto duele el dolor
si es su nombre
el que convoca?
¿Cuánto flota en el mar
si al fondo del océano laten fieles, duermen
los aterrados de la historia?
¿Cuánto tiembla mi voz al hablar
de mi hija en la oscuridad
y sonríe el silencio que atestigua
más verdad
ahí?

No es ésta la boca más real.

No hay pruebas que puedan
predecir cómo mi piel
va a llorar al final.

Cuando nace un hijo nace
la posibilidad
de atestiguar
 su final.

Cuando se nombre al primero de los nacidos
la muerte habrá calmado su sed
y no habrá piedra que se clave en la palma;
los clavos del tiempo harán mella en nuestra carne
y sobre todo nos arrepentiremos
de haber acontecido una vez.
La historia no se vuelve a contar
si no es vivida
otra vez
desde los 16.

No hay comentarios: