5/1/15

Diario 1.



Hay vacío. No como una idea, una referencia a la nada. Sino vacío. Con sus marcos necesarios, con la sombra de un contenido, con la forma que heredó del tiempo. Hay vacío. Antes solían importarme cosas. No puedo recordar cuales. Hoy pienso en el fuego como eliminación de cada hoja de papel escrita, de cada libro, de cada fotografía. Las fotografías, sobre todo. Y los diarios. Pienso en el incendio de mis diarios como un modo de eliminación del haber-sido. Hay vacío, pero no es angustiante. Es diferente, a todo. Es un vacío no por vaciamento, no por sequedad. No hay dolor, aunque siempre hay dolor. Hay -si intento hallar algo que pueda nombrar el haber en el vacío, lo que se tarea en vano- una plenitud en la contemplación, una entrega a la fluencia suprema de lo que acontece, ante mis ojos, ante mis manos, ante mi amor, de un modo que no supe experimentar nunca antes. Hoy me siento en una entrega plena a mi voz, en una necesidad absoluta por palparme, no para saberme real, sino para amarme. Hay vacío porque la clausura fue mi sentencia constante, y hoy entiendo que negué a la vida el merecimiento. Hay vacío porque hay apertura. Si todo es contingente, aún el sentido mismo del ser contingente, entonces no significa más que algo más el cambio, el devenir en algo otro, el fallecer fenix para olvidar así el pasado escrito en diarios, y retomar el pasado escrito en diarios, a la vez. Coexistir en un estado de ser-no ser, para entender que en la contingencia existo siendo, entonces, consecuencias, sólo queda este vacío. Completarlo, llenarlo, ¿con qué? Con un colchón, con una ventana siempre abierta, con los ojos cerrados concentrada en seguir respirando, con desear mis labios, mi voz, mi deseo de llorar ahogada porque alcanzo la comprensión.
Hay vacío.
Hay la apertura desde el vacío hasta el absoluto, renovado, vacío.

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