21/8/14

Hay un momento en que la palabra empuja. Habita constantemente, pero hay un momento en que empuja. Ahogo. Hoy es la palabra ahogo. No puedo pensar en otras cosas, no puedo distinguir. Imagino el paso del tiempo, la reproducción, el llanto incansable, los puntos suspensivos del relato. Ya no tengo - pese a todo - la misma energía animal que solía. Antes el verbo se escupía de mi y todo dolía como un parto para luego descansar, casi como dar de mamar mientras adormezco. No. No es así. Es un acto racional, un juez que filtra lo que existe y lo que no. Mediador entre el nombre y su pronunciación, para al final quedar sin palabra alguna. No quiero llorar. Pero quiero llorar. Quiero escribir poemas que no me duelan porque la vida duele. Quiero escribir porque soy capaz de hacerlo. Lo que quiero es recurrente. No se me puede acusar de falta de deseo. Deseo siempre lo mismo. Lo que duele, si duele, que sea absoluto, que alcance el fondo. Lo que no ha de doler, que sea poema, que exista, que permita existir. No quiero pensar no quiero pensar. La palabra empuja: ahogo mentira traición fecundación y otras tantas estupideces que está muy bien decir pero no. pero no. pero no. Me gusta leer a Houelebecq. Me gusta leer versiones tontamente traducidas que dicen polla y hablan del comercio y del sexo como si importara demasiado. Nada importa demasiado. Sólo las desiciones absolutas. Lo irresoluble, lo determinante, lo que no tiene manera de regresar, hace temblar las paredes de mis paredes y me demuestra que toda curiosidad en mí existe en pos de comprender qué motiva el vivir. Yo no me pregunto por la eternidad, sino por el instante que da vida al instante; quisiera comprender lo que nos habilita a existir. Lo que nos existe. Pero soy tonta. Ni siquiera se cómo preguntar, cómo desear, cómo pronunciar que la palabra empuja. Ahogo tedio hastío fecundación. La memoria. -A título de guía: se orientarán en títulos dispuestos sobre la pared todas las palabras que aterran: tiempo-

No hay comentarios: