20/4/12

Dios



Pienso que no hay nada que quiera hacer. Pienso que intento, claro, pensar en reconocer. No se qué es una responsabilidad cuando la elijo, ni tampoco cuando la impongo. Pienso que este latido que me rebota, que me late es una anécdota superior a toda otra. Pienso que no puedo ser solo una anécdota en el relato que escribo. Pero soy mi palabra y en ella caigo, porque en las palabras se cae. Como descubrir un libro, como descubrir El Libro. En las palabras se cae cuando se descubre que ellas poseen todo el poder sobre esta idea del uno mismo. El uno mismo. Yo misma, pienso, no existo. Soy esa caída en las palabras como si fuesen un duro colchón en el que nunca más podrá recuperarse el sueño. Sé, nadie lo piensa, pocos los saben. La palabra es un abrirse al no. La palabra es decir no: no al sueño, no a la calma, no al hábito, no a la mismidad, no al otro, no al yo mismo, no al no dolor, no a la no alegría. Somos una negativa de todo aquello que nos mata, lectores. Pienso, claro, estoy pensando, que esta blanca palma que miro mientras camino al destino diario, al destino impuesto responsablemente, nunca tocó la piel de un dios.

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