20/11/11

Número 36 o el intento reiterado por iniciarlo

Estrictamente, habría que evitar considerarla. Su imagen ya resulta chocante y, sinceramente, dudo que sea capaz de afrontar las exigencias de un puesto semejante.

Creo que puede funcionar si la entrenamos correctamente. Vos podrías quedarte con ella durante el período de prueba, también para evaluar su rendimiento.

Y vos podrías chuparme la concha una noche seguida, ¿siempre vas a empomarme de esa manera? ¿Por qué no te quedás vos con ella durante el período de prueba?

Porque yo soy quien da las ordenes acá, soy yo quien te paga, y soy yo quien dice quién se queda dónde. ¿Te alcanza con eso?

Creo que abusás de tu poder dentro de esta empresa, creo que no considerás la antiguedad de mujeres como yo, y aparte sos un machista...

Llamala, decile que empieza el lunes si puede, y dale las indicaciones que ya sabés. No la quiero de jean el primer día.


¿Podría hablar con Beatriz? Ah... hola Beatriz, ¿cómo estás? Te habla Susana, de La Pasiva, ¿te acordás? (...) El lunes, si podés, ya arrancarías aquí en recepción (...) El lunes mismo (...) Pantalón de vestir... ¿tenés? Bueno, bueno, despreocupate (...) sí... sí... Beatriz, presentate el lunes a las 9 de la mañana, yo voy a estar acá. (...) chau chau.


El pulso temblando, sutil la caída del tubo sobre el aparato negro, bajo su cabellera negra la risita nerviosa, una amenaza de llanto, no tengo ropa no tengo ropa piensa que no tiene ropa. En el extremo mismo de la exitación se susurra a sí misma que no es capaz que no va a ser capaz de resolverlo. La van a evaluar, la van a evaluar otra vez, durante más de una vez. Es prisionera de sus paranoias y tiene los mambos de una adolescente a los 27. Su madre: que te calmes, nena, que te ponés el pantalón que me puse para el civil de tu prima y listo, te lo aflojo un poquito en la cintura y listo.

Le tiembla el pulso, es sutil, es relegado el movimiento, relegado al extremo de la negación de toda angustia. Ese temblor, ese labio inferior rasgado por el filo de los dientes, ese hilo de sangre seca en el pliegue del labio, ese temblor, no son más que un modo de escapar a ese extremo de angustia que hambrienta intimida por las noches y en cada palabra paterna.

Y que no voy a ser capaz, que no puedo ser capaz. Imagina todos los escenarios menos el más posible. Ignora lo real, lo trivial y más mundano que la cotidianeidad presenta, y se pretende reina en proyecto de ser amada por el príncipe que la rescate de ese castillo de techos cubiertos con membrana y, aún así, con goteras insalvables. Reina de un tormento de fantasía, plantea: las reinas y las princesas caen en desdicha por culpa de terceros, siempre de enemigos envidiosos de su felicidad; pero ¿cuándo es que son salvadas? La aventura como prólogo es la constante, entonces ésta, aventura que prologue mi salvación, es paso necesario para salir de esta mierda. Entonces cobró sentido el constructo y aceptó el pliegue deshecho del pantalón materno. Ahora estaba lista para afrontar el cuento.
(fragmento heredado de mi adolescencia, que maduró, que está buscando la forma. Nadie sabe escribir una novela antes de escribirla, mucho menos cuando aún no sabe siquiera si será una novela o un intento fallido - otro más- de llegar a ser alguien por el verbo)

1 comentario:

seinamaste dijo...

All you'll be you are today...