23/5/17

Llorar porque salirse de una ya no es la opción. Llorar porque aun hay pudor en arrojar la lágrima frente al otro. Preguntarse por el extranjero y no saber cual es la frontera entre aquel y yo. Llorar porque ahoga el silencio, pprque el terror no abandona, porque la palabra no alcanza a nombrar los rincones entre sombras. Querer frenar, minutos tan sólo, y sentir el ahogo con mayor potencia, porque no se descubre la puerta para la llave que se guarda en el cajón. ¿Es acá? Llorar. Pero no tanto. Si es mucho hay ahogo, si es mucho hay claridad. Si es mucho la migraña vuelve. De este modo sólo se comprime el torax de preguntas cuya enunciación no es. Ya no hay palabras ciertas, porque no hay qué nombrar que traduzca, fiel, lo que se nombra.

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