9/12/16

Violencia

Deconstruir un vinculo es aceptar, profundamente, que no hay relación que se geste por fuera de la violencia. Es siempre algún modo de la misma. Para que lo ajeno entre en uno, para que la mutación ocurra, para que algo devenga en algo, mayor o menor, es necesario que la violencia se ejerza y entonces algo se rompa: deconstruimos lo propio para ser alcanzados por lo ajeno, de manera tal que pueda, con su alcance, darnos la herramienta de accion que nos mueva, que nos traslade. Nos volvemos dinámicos en la medida que quebramos el estatismo de lo preconfigurado. Alguien habla de cerrar, de dar un corte. No hay vinculo que se corte de manera tal: la herencia es como lo que cada gota a la lluvia, la unidad es tal porque la historia se lleva en cada cicatriz de lo invisible. El poema fue dado a la voz en el momento exacto en que la mano fue dada al cuerpo. La confianza se quebró y la violencia se ejerció, aunque desde el amor, con efectos adversos: ser la extranjera del cuerpo y del amor, ser la sombra del deseo, ser la constantemente deconstruida por la voz del fondo hasta entender que la unidad es idea, que el concepto es palabra y arbitrio, que un beso es lo justo y la estría el mapa para entender lo vivido. Palabras, palabras y más palabras, dice altanera y busca recompenza en la valentia de ser quien arroja el primer verbo. Todo es palabra porque desde el simbolo vamos armandonos rompecabezas. No me quiero tocar, me quiero conocer. No quiero saber que lloran, quiero saber que ella sabe por qué llora. La responsabilidad de haber ejercido el primer acto de violencia descansa en ello: no se terceriza la culpa del dolor, se lo abraza; la verdad no es luz, es tiempo detenido frente a las piezas de lo identitario, es ver lo propio flotando frente a uno sin poder hacer más que ver, que amar.

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