23/11/16

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Hay un afán crítico que va en crecimiento. En la calle un folleto sucio deja leer el siguiente mensaje: bajá un cambio, no te apures. No hay recomendación real. Las frases se construyen en gran medida por mandatos basados en la arbitrariedad. No hay sentido del tiempo, no hay medida o razón de ser. Hay una orden precisa a cumplir. Porque bajo el mandato la mente reposa. Es la complicidad de quien elige obedecer para no pensar. Me vuelvo más crítica. Conmigo y con lo otro. ¿Por qué cantamos? ¿Por qué escribir, construir, vincularse, inventar historias? La felicidad. El sentido propio. Estar ahí donde se quiere estar, justo ahora, justo cuando lo quiero. La felicidad es sobrevivir. Es vencer la dificultad que un concepto nos presenta. Es entender algo. La felicidad. Un arbitrio. No se trata de sobrevivir, en verdad, sino de cargar con vida los días. Para qué cargar resuena. Leo y me veo reflejada en un mundo que hace rato dejé atras. Soy anacronica, no pertenezco. Quién me dice. Quién me habla. Soy anacrónica y heredo dolores sin causas -propias-. ¿Qué es lo propio sino un conjunto de elementos ajenos, tomados, impuestos? Lo propio es la cosa que puedo amasar, tocar y lamer sin que nadie juzgue abiertamente. Lo propio es lo que valida el afuera en tanto material. Cuando una tiembla, vibra o habla, todo olvida que el universo de lo ajeno recibe la traducción simbólica de lo que es capaz. Me duelen los ojos.

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