31/8/14

La necesidad de escribir es la que impulsa al acto, y entonces las palabras tienen que nacer, en conjunto, cobrando algún sentido a medida que las entrelazo. Se que las horas no me favorecen, tampoco el fondo. Siempre creí en mi vacuidad, al tiempo que la falta de fe en mi saber inspiró la determinación hacia una formalidad exterior que habilitara su contrapunto aquí dentro. Aún así, aunque la falta de fe y el terror al absoluto, la necesidad de escribir perdura. Agua verde, mate y restos de pastel de limón. Una bebe intentando despertar, restos de fiebre y dolor. Un plan, siempre un plan. Quisiera saber hacer música, quisiera que mis ojos fueran absolutos, quisiera que la calma plena llegara hasta el fondo de mis huesos y luego, así, se extendiera como cáncer hasta las puntas de mis puntas y todo en mí reflejara sosiego.
Aprendí algunas cosas. El amor no es más que desear para el otro lo absoluto, aún cuando no nos hallemos incluidos. El amor es propio, nadie precisa conocerlo. Dar a conocer el amor es perseguir el deseo porque algo en el afuera se transforme, y entonces algo vuelva a mí.
Pero amar, solamente, consiste en amar. No hay plan que importe. Llorar siempre es un modo de la transición. Vivo en transición. No se cómo el arte podría alimentarme el cuerpo. Peso 50kg. No estoy segura de mi capacidad de supervivencia. No se adaptarme. Sonrío.
Voy a componer algo con mis estúpidas confesiones como basamento. Me gustan las palabras. Me componen.

1 comentario:

Iosune De Goñi dijo...

Es bello el desdoblamiento de la palabra: madre y progenie del que hace uso de ellas.