26/4/14

Pienso en el mar. Recuerdo a los hombres. Es sábado y yo, con café, esperando que el minuto llegue a aquel otro minuto y, entonces, salir. Como ayer, volver a salir. No se qué hago diariamente; sólo estoy aprendiendo a salir. Ellas me hablan, me acarician la espalda, me extrañan; me cuestiono la honestidad de mi voz. Yo quiero escapar de mi voz. Yo estoy aprendiendo a salir, cada mañana, cada mañana, cada mañana...

Acostarme sobre una manta, sobre el pasto, sobre toda tu superficie. Las piernas desnudas al sol, la copa de un árbol descomunal, así debe ser, habrá de cubrirme la vista, filtrar el sol, bailar con el viento y jugar, en mis ojos, a las sombras de la vida.

Yo no entiendo la muerte. La contemplo, la aprehendo. No comprendo lo que significa morir. Sin embargo, la pregunta, previa a todo, busca comprender el por qué seguir. Entonces no, entonces no se cómo estar acá, ni tampoco allá. No se cómo estar, sin embargo estoy. Creer que esa es la respuesta, y entonces suavizar el miedo, etcétera.

Aprender a salir, para volver a entrar. Ya nada puede ingresar igual, ya nada hubo etcétera.

Entonces, nude.




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