31/1/11

Entonces todo resultó más calmo de lo que esperaba. Tuve que dormir, tuve que nublar por unos segundos la mirada para comprobar lo cierto de ese cuadro. El olor, inclusive, que era lo que mi imaginación más rechazaba, resultó blanco, suave en su ingreso. Aún temblaba; ese espasmo que subsiste al último instante, esa respuesta eléctrica del cuerpo que se pregunta si en verdad se muere. No pude más que abrirme al silencio, al encanto de esa ausencia de ruidos que, finalmente, había conseguido. ¿Cómo evitar la sonrisa? Al fin podía leer en paz.

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